Por Rossanna Oyarzún Lavagnino
El 2008, la asamblea general de Naciones Unidas declaró el 2 de abril como el Día Mundial de la Concienciación sobre el Autismo, con el objetivo de que cada Estado tome conciencia y debata en torno a mejorar la calidad de vida de todas las personas que viven con esta condición.
En nuestro país, desde el año 2018, cada 2 de abril también se conmemora, invitándonos a reflexionar en relación a las oportunidades que como sociedad hemos otorgado a las personas con una condición evolutiva diversa.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) hace alusión a que las personas diagnosticadas dentro del espectro autista han sufrido efectos negativos que se agrupan en estigma, discriminación, prejuicio y exclusión social, debido a una concepción de juicios y situaciones estigmatizantes y erradas. María Fernández (2010) señala que el obstáculo para ejercer los derechos y la inclusión social no es la condición en sí, sino las distintas barreras y limitantes que existen en el entorno social. Por lo tanto, estamos en presencia de factores multidimensionales que abarcan desde el ámbito personal a lo colectivo. De esta manera, las barreras sociales generan la limitación del ejercicio de los derechos fundamentales y la dificultad para desarrollar una calidad de vida que permita autodeterminación, independencia, desarrollo personal y bienestar emocional.
Como organización, entendemos que lo contrario a una práctica discriminatoria es la inclusión; que desde la diversidad nos reconocemos como partes de las diferencias, lo que nos permite comprender que todas las personas somos diferentes y que lo importante es que esas diferencias no sean una barrera para que cada quien conozca y ejerza sus derechos.
A través de nuestros programas de Exploración Vocacional y Tránsito a la Vida Adulta, hemos sido testigos del aumento en la autonomía y autodeterminación de las personas neurodivergentes a través de planes de trabajo centrados en sus propios intereses; de las satisfactorias experiencias que muchos han tenido en la ejecución de prácticas laborales, así como también el alto nivel de satisfacción de las empresas que declaran estar muy satisfechas con las labores realizadas.
De esta forma, la inclusión sociolaboral abre caminos a la vida independiente, generando un entorno inclusivo y una puerta a la autonomía, lo que conlleva a una mejora significativa en la calidad de vida, eliminando las etiquetas y los prejuicios sociales.
Esperamos que algún día se reconozca la diversidad como riqueza fundamental de todas las sociedades y comunidades, otorgando oportunidades a todas las personas y fomentando la participación en la que cada una de ellas sea protagonista. Invitamos a confiar y creer en las personas, respetando las diferencias y trabajando en conjunto por la inclusión social, reconociendo en la diversidad un valor fundamental que muestra la diferencia como parte de la naturaleza humana. Entendemos que es natural ser diferentes en intereses, motivaciones, gustos y habilidades, y que lo que no está bien es ser diferentes en cuanto a oportunidades y derechos.