El aumento de la población de personas mayores que ha experimentado la sociedad chilena en las últimas décadas hace evidente la necesidad de comprender y repensar no sólo el cambio demográfico que estamos enfrentando como sociedad, sino que también los nuevos desafíos relacionados a la calidad de vida que enfrentan día a día las personas mayores en nuestro país.
La explosión masiva de protestas durante los últimos años reflejan el descontento sobre diversas temáticas sociales entre las que destaca el sistema de pensiones, protección social y sistema de salud que afectan directamente a la población mayor y que hace hincapié en la necesidad y urgencia de mejorar la calidad de vida de las personas que habitan el territorio y que han sido excluidas, postergadas y desprotegidas.
En relación a lo anterior, podemos mencionar que las personas mayores han visto limitados y restringidos sus derechos, lo que genera un impacto directo y negativo en la calidad de vida, formando parte de un colectivo vulnerable y en riesgo de exclusión social. De esta forma, existen violencias de carácter estructural y sistemático que afectan la dignidad de las personas mayores y que son el reflejo del abandono e indiferencia social que se traduce en pobreza, la cual se ve expresada en la carencia de acceder a bienes y servicios que permitan mantener una estabilidad y bienestar material.
Según cifras del último censo, actualmente en Chile existen alrededor de 2.800.000 personas mayores, que representan el 16% de la población total, y alrededor de 3.000 de ellas se encuentran en situación de calle (Diam 2020), es decir, pernoctan en lugares públicos o privados, sin contar con una infraestructura que pueda ser caracterizada como vivienda, aunque ésta sea precaria. Son personas que carecen de un alojamiento fijo, regular y adecuado, y que obliga a estas personas a buscar espacios públicos (calles, veredas, plazas, puentes, etc.) y áreas degradadas (edificios, autos abandonados, etc.) como espacio de vivienda y subsistencia, de manera temporal o permanente.
La situación de calle es un fenómeno complejo que se encuentra presente en todo el mundo. Las causas que conllevan a que una persona mayor viva en la calle pueden ser diversas, pero se traducen en tres dimensiones: factores económicos, que son el resultado de la exclusión del mercado laboral; dimensión social, que se manifiesta en la desvinculación familiar junto a la carencia de vínculos comunitarios; y dimensiones personales.
Si la vejez en nuestro país cada día se encuentra más precarizada, invisibilizada y castigada por la estructura y modelo social, las personas que viven en situación de calle, que además son mayores, se encuentran en una situación de doble discriminación, marginalidad y vulnerabilidad. Analizar la situación de calle es complejo, ya que no debe ser estudiada sólo desde una perspectiva de carencia de hogar, sino que se requiere comprender que estamos frente a una situación de desprotección permanente y de exposición a altos riesgos a los que se exponen las personas mayores al pernoctar en la calle.
Entender la vejez, la protección social y la inclusión desde una perspectiva de derechos humanos es un desafío que implica trabajar día a día para que la edad no sea motivo de discriminación, comprendiendo que la dignidad debe acompañarnos en todas las etapas de nuestras vidas y que las personas mayores tienen derecho a la autonomía, independencia, salud, vivienda, protección y seguridad social.