Al 27 de septiembre de 2022, según cifras del SERNAMEG en nuestro país se registran 29 femicidios consumados y 119 femicidios frustrados. Los feminicidios constituyen muertes violentas pero que son evitables, sin embargo las barreras existentes no permiten a las mujeres acceder a sus derechos y lamentablemente el abandono e indiferencia conlleva a la perdida de la vida. Además, los femenicidios son el último acto en una cadena de violencia, que se da principalmente en los espacios más íntimos y que se traducen en violencia intrafamiliar. De esta forma, la pandemia dejó al descubierto que el hogar, no es un lugar seguro para las personas de género femenino, los llamados al Fono Familia aumentaron en un 43,8%, (Ciper, 2020) y las denuncias por violencia de género aumentaron en un 119%. (Mostrador, 2020). A pesar, de que el hogar no es un lugar seguro para las personas de género femenino, la calle tampoco lo es, según el último catastro sobre personas en situación de calle, un 16% son mujeres, lo cual equivale a 1.986 personas. De estas el 35% son menores de 18 años. (Segundo Catastro en Situación de Calle, 2012). Si bien, no hay estudios nacionales que reflejen las violencias que puede vivir una persona de género femenino en la calle, de acuerdo a la experiencia internacional las violencias son de carácter múltiples. Así, las violencias que experimentan las mujeres y disidencias en situación de calle son: violencia física, psicológica, sexual, simbólica y económica. De esta manera, la violencia económica se expresa en la exclusión del empleo lo que conlleva a privaciones materiales pero también perdidas de derechos, fomentando la inseguridad y la nula posibilidad de salir de la marginalidad. De esta forma, la pobreza constituye la violencia de carácter estructural que tiende a ser menos visible y más indirecta, cuya acción se produce a través de mediaciones institucionales o estructurales. Por lo tanto, esta violencia tiene su génesis en la injusticia social, naturalizando las desigualdades y siendo una práctica social aceptada. (Munévar & Mena, 2009).
En el día internacional contra la violencia de género es fundamental comprender las diversas violencias que enfrentan las personas de género femenino y disidencias sexuales en el día a día, problematizar el concepto de “Mujer”, comprendiendo las diversas experiencias que viven las mujeres pobres, lesbianas, trans, con discapacidad, entre otras. Comprender la violencia de género no sólo como un acto directo sino que cuestionar las violencias que emana de los organismos públicos y privados. La violencia simbólica muchas veces es invisibilizada y aceptada socialmente lo que genera que se vulnere los derechos de las personas. Entederemos por violencia de género aquellos actos dañinos que se encuentran dirigidos a una persona o un grupo de personas en razón de su género. Tiene su origen en la desigualdad, el abuso de poder y la existencia de normas dañinas. (ONU Mujeres, s/f).
Por lo tanto, la violencia de género se refleja en la explotación sexual, acoso sexual en espacios públicos y privados, la discriminación por identidad de género y orientación sexual, la violencia obstétrica, las esterilizaciones forzadas, el hostigamiento sexual y el acoso político; la negación de los derechos sexuales y reproductivos, la violencia hacia mujeres migrantes y la discriminación de ellas, la discriminación a las mujeres con VIH, de las mujeres privadas de libertad, la exclusión de las mujeres con discapacidad, todas ellas, son expresiones de violencia de género. (Guajardo & Cenitagoya, 2017).
Erradicar la violencia de género es un objetivo difícil pero no imposible, que requiere la participación de todas las personas que componen las comunidades y sociedades, anhelamos que en un futuro próximo existan espacios seguros para las niñas, niños, adolescentes, mujeres, disidencias y hombres.