Este 2022 se conmemoran 136 años de los asesinatos a los 8 trabajadores conocidos como Mártires de Chicago, quienes junto a miles de trabajadoras y trabajadores lucharon por salarios dignos, días de descanso, reducción del trabajo laboral, seguridad social, entre otros derechos laborales. Producto de este movimiento social se conmemoró el 1 de mayo como el día de las trabajadoras y trabajadores.
Indudablemente existen avances en materia laboral, sin embargo, la desigualdad social, la falta de empleo, la precarización del trabajo, la flexibilidad laboral y la informalidad se han agudizado durante los años, principalmente producto de la pandemia. Esto conlleva a incertidumbre, inestabilidad e inseguridad social en la que las y los trabajadores han asumido los principales riesgos.
La precariedad no sólo se refleja en la carencia de empleo o de un contrato de trabajo, sino que también en aquellas personas que trabajan tiempo completo y que son víctimas de sobrecarga laboral, poniendo en riesgo la salud física y mental, recibiendo bajos salarios, sometida/os a jornadas de estrés, agobio, acoso laboral, entre otras.
Nuestra sociedad, hoy en día, enfrenta importantes discusiones en materia laboral, entre ellas destacamos la reducción de la jornada laboral de 45 horas semanales a 40 horas, el aumento del salario mínimo, la extensión del IFE Laboral, el aumento de la ley de cuotas para personas en situación de discapacidad, entre otras.
Estamos conscientes que uno de los factores para combatir la pobreza es el acceso al trabajo. En nuestro país, el ingreso económico depende principalmente de la inserción laboral de las personas, pero también se debe abogar que ese empleo sea digno y respetuoso de los derechos de las y los trabajadores. A su vez, fomentar la inclusión laboral de las personas con alto riesgo de exclusión social, eliminando prejuicios y estereotipos, sentando las bases del mercado laboral en la NO DISCRIMINACIÓN, permitirá una sociedad más equitativa e inclusiva. De esta manera, el trabajo constituye un mecanismo de integración social, además de permitir mejorar las condiciones materiales provocando impactos positivos en las personas.
Por otra parte, trabajar para la personas con discapacidad tiene relación con la autonomía y la vida independiente, mejorando considerablemente la calidad de vida, generando un cambio sustantivo en sus vidas y en las de sus familias. No obstante, la calidad de vida también estará subordinada a la calidad del empleo, por eso es menester que ese empleo permita satisfacer las necesidades de acceso a bienes y servicios y que garantice los derechos laborales de las y los trabajadores.
El 1 de mayo es un día que nos invita a conmemorar a todas las personas que realizan labores sean o no remuneradas. Para nadie es un misterio que las mujeres culturalmente han estado encargadas del trabajo doméstico y de labores de cuidados y que, lamentablemente, dichas labores no son reconocidas como trabajo y han sido desvalorizadas e invisibilizadas. Este día nos permite reflexionar sobre las condiciones de vida de la clase trabajadora de la cual también somos parte y de los aciertos y desaciertos de las políticas públicas y el modelo económico.
Es inevitable preguntarse:
¿Cuánto hemos avanzado socialmente en 136 años? ¿Cuántas deudas sociales tiene el Estado con las y los trabajadores? Sin duda, la realidad de las y los trabajadores del siglo XXI es distinta a la realidad de las y los trabajadores de finales del siglo XIX y principios de siglo XX, no obstante, existe un denominador común que se traduce en la distribución de la riqueza, falta de oportunidades y poca fiscalización que permite lamentablemente que aun sigan existiendo e inequidades hacía las y los trabajadores.